A quien no se salva por sí sólo, nadie lo puede salvar
Cesare Pavese
Una vez más nos encontramos en Navidad, fechas entrañables en las que el amor, la familia y la contaminación lumínica y acústica nos asaltan y hacen que, los más cínicos entre nosotros, deseemos hacer un fast forward temporal y plantarnos ya en enero (o, ya que estamos, irnos a junio y empezar a broncearnos en la playa). Al margen de mi espíritu a lo Mr. Scrooge, hay cosas interesantes en la navidad, en lo que representa y lo que conmemora si la observamos desde el punto de vista de un escritor de literatura fantástica. Y antes de seguir adelante con este artículo quiero recordar que cuando se habla de religión pueden surgir susceptibilidades y malentendidos, por lo que debo recordar que todo lo que se expondrá a continuación es mi opinión, que no pretendo faltar al respeto a ninguna religión y que sólo se ofende el que está deseando ser ofendido.
¿A ti tampoco te gusta la Navidad? Toma, la vas a necesitar. Ho-ho-ho.
Porque, ¿qué simboliza la navidad sino el nacimiento y la llegada al mundo de un héroe que viene a salvarnos a todos a costa de un enorme sacrificio personal? Pensadlo bien. Jesucristo es, salvando las distancias, similar a muchos de los héroes de novelas de fantasía, y de muchos otros géneros, que hemos leído alguna vez. Evidentemente, después de más de dos milenios bajo la influencia de la cultura y la religión judeo-cristiana, los mitos del redentor están íntimamente unidos a nuestra concepción del mundo y de la realidad. Pero si los entendemos, si miramos un poco más en profundidad, podemos obtener unas herramientas muy interesantes para usar en nuestros escritos porque, como veremos, el mito del salvador trasciende a la religión cristiana y se engloba en lo que podríamos llamar mitos universales de la humanidad.
El redentor de las mil caras
Está lejos de mi intención analizar en profundidad los distintos mitos que precedieron a la figura de Jesucristo, pero es interesante saber que el redentor de la religión cristiana emula a otros que, antes que él, también descendieron de un plano divino, o superior, para salvar a la humanidad. No es, por tanto, algo exclusivo de esta.
Yo también soy un redentor de esos, es evidente. No juzguéis a los
dioses primigenios por su aspecto. Es que sois de un superficial
que me dan ganas de esclavizaros a todos.
Las similitudes son muchas y muy evidentes. Algunos de estos dioses/avatares/profetas anteriores nacieron de una madre virgen el mismo día que Jesús, fueron perseguidos por tiranos infanticidas, realizaron milagros, tuvieron doce apóstoles, murieron para luego resucitar a los tres días etc... La lista de salvadores es considerable: Horus, Mitra, Krisna, Dionisio, Buda, Tammuz, etc… Es decir, que el cristianismo es muy probablemente una copia made in Taiwan de diversos mitos existentes y adoptados, debido al choque cultural con religiones orientales, por el pueblo judío y después desarrollados por la civilización occidental.
Las características del buen mesías
Como hemos visto, es muy interesante identificar esas constantes que se repiten de una religión a otra. Estoy seguro de que todos podemos recordar su aparición en algunas de nuestras obras de fantasía favoritas.
El salvador de la humanidad: Quizá las cosas hayan cambiado en las últimas décadas, pero mucha de la literatura fantástica habla de la venida (a menudo a través de profecías) de un héroe que salvará al mundo de la oscuridad. A menudo es un personaje recto, la encarnación de la luz, aunque, por fortuna, en general suele ser un simple humano lleno de claroscuros, dudas y debilidades.
El niño/hombre perseguido: Esa misma profecía, o el simple conocimiento del Mal de la existencia del salvador, provoca que sea perseguido, a menudo desde el mismo momento de su nacimiento o de su concepción. ¿Qué mejor forma de presentar el conflicto en una obra de fantasía que la aparición de fuerzas malignas que buscan aniquilar al héroe antes de que siquiera sepa que lo es?
El hacedor de milagros: El redentor guarda en su interior un poder fuera del alcance de sus semejantes que es lo que hace que el Mal lo tema. Esta habilidad, que a menudo no controla, hace que el salvador se sienta diferente y apartado de los demás. Y, de nuevo, otro disparador excelente para que empiece el conflicto de la obra es que el protagonista descubra sus poderes.
El líder inspirador: Un hombre extraordinario no deja indiferente a nadie allá por donde pasa. Nuestro héroe inspira a una serie de hombres y mujeres para seguirlo y aprender de él. A veces es venerado como un semidios y otras veces es visto simplemente con admiración, o temor, por quienes le siguen.
La amenaza al poder establecido: Por supuesto los mandamases de su sociedad tampoco permanecen impasibles ante alguien tan extraordinario. Algunos comprenden que es mejor apoyar su causa, ya que el pueblo suele estar de parte del salvador, pero la mayoría lo verán como una amenaza a su poder y actuarán en consecuencia. En ocasiones recurrirán a la intriga y la manipulación, pero si sienten que ese héroe revolucionario les está arrebatando parte de su poder usarán la violencia.
Muerte violenta: El salvador a menudo paga con su vida su papel de enviado de poderes más allá de la comprensión humana. A veces será en su lucha final, como el sacrificio supremo que le lleva a dar su propia vida para que los demás puedan vivir. Otras veces serán sus propios congéneres, a través de la acción del poder establecido, quienes acaben con él.
Que digo yo que lo de la muerte violenta de los héroes
está sobrevalorado, autores sádicos.
Descenso a los infiernos: Es la travesía del héroe por las tierras de los muertos, los mismos infiernos o, en definitiva, por territorio hostil y de polaridad negativa. A menudo es metafórico y se refiere a la “Noche oscura del alma” u otro momento de extrema flaqueza o de pérdida absoluta del salvador. Es el momento en que todo parece perdido.
Resurrección y ascenso: Al igual que el punto anterior, puede ser real o metafórico. La resurrección comprende un momento de claridad total que le lleva a obtener un conocimiento superior. Dicho conocimiento será usado para salvar a la humanidad del Mal.
Algunos ejemplos
Cuando pensamos en fantasía épica, todos identificamos algunos personajes que cumplen con varios de los puntos descritos anteriormente. No en vano hemos pasado más de dos mil años sumidos en un ambiente religioso-cultural basado en el mito del pecado, culpa y salvación posterior a manos de un redentor. Y, como hemos visto, antes de Cristo ya existían otros salvadores. Los autores de fantasía épica hemos incorporado a nuestras historias estos mitos que no dejan de estar inherentemente mezclados a nuestra condición humana.
Veamos algunos de los personajes que han representado a este arquetipo del salvador en la literatura épica:
***Spoiler Alert***
Es posible que te destripe aspectos esenciales de las siguientes obras si no las has leído.
Aslan (Las Crónicas de Narnia): Aslan es un león con atributos humanos (el habla, la inteligencia) y otros propios de una divinidad (es creador del mundo de Narnia, posee poderes y una sabiduría inconmensurable). Guía al grupo de héroes para que se enfrente al mal y acaba muriendo para salvarlos. No obstante, resucita poco después para luchar en la batalla en la que el mal acabará desterrado de su mundo.
Rand al´Thor (La Rueda del Tiempo): Rand al´Thor es el Dragón Renacido, es decir, desde su mismo nacimiento representa la vuelta del espíritu del hombre que había salvado a la humanidad durante una guerra antiquísima. Hay varias profecías que lo proclaman como el salvador de la humanidad lo que hace que el mal lo busque activamente para acabar con él. Es capaz de hacer gestas imposibles (usando el Saidin, es decir, la magia), es marcado con una suerte de estigmas en manos y costado y debe, supuestamente, dar su vida para salvar al propio mundo. Muchos pueblos lo ven como a su libertador o profeta.
Kelsier (Nacidos de la Bruma): Kelsier representa, como pocos, al redentor que viene a salvar al pueblo de un malvado tirano (el lord Legislador) que los ha oprimido durante un milenio. Él representa la esperanza en un mundo que la había perdido. Sus poderes alománticos son legendarios, se presume que es invencible, sobrevivió a duras pruebas cuando nadie más lo había logrado, alteró las conciencias y lideró una rebelión que nadie creía posible. Su sacrificio, tras morir a manos del mismísimo lord Legislador, inspiró al pueblo para alzarse contra sus gobernantes e inspiró a su discípula, Vin, para que triunfase allá donde él fracasó. Además, haciendo uso de una triquiñuela, consiguió “resucitar” durante un tiempo para lograr enardecer al pueblo y proporcionarles el valor suficiente para pelear por su libertad. Con el tiempo se creará una religión de tintes sectarios y fanáticos en torno a su figura.
¿Y si no esperamos al mesías?
Literariamente hablando, si tenemos en cuenta que en nuestras obras deben aparecer personajes fuertes, determinantes e interesantes para el lector, tiene todo el sentido del mundo usar el comodín del salvador que se enfrenta a las fuerzas oscuras. Pero, como todo, debe ser usado con moderación y además puede enviar un mensaje equivocado. Porque una cosa es el héroe y otra el redentor, ambos comparten muchas similitudes, pero no tienen por qué ser lo mismo. Sin ese componente de flaqueza y corrupción del resto de la sociedad, de salvación global, de sacrificio personal y de ascenso posterior, el héroe deja de ser un salvador.
Que a lo mejor si en vez de perder el tiempo escribiendo en la palma de la mano
me hubiese puesto a nadar, ya me habría salvado. Es que soy un lumbreras.
Me parece más interesante el héroe que se salva a sí mismo y, en ese proceso, sirve de espejo, modelo y reflexión para los demás. Eso, con suerte, propiciará que los demás se salven a sí mismos y de esa forman se conviertan en héroes. Porque nos han inculcado que somos como niños, que estamos indefensos, que no podemos cambiar nuestro destino y que hemos caído en desgracia; que todo esto solo lo puede arreglar alguien que vendrá a salvarnos, a completarnos, a guiarnos. Y no digo que no haya cierta verdad en esas aseveraciones, pero pensad esto, ¿y si ese mesías fuésemos nosotros para nosotros mismos? ¿No sería una experiencia liberadora pensar que el destino de tu mundo está en tus manos?
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