“El isgario asintió muy despacio.
—Durante el Tercer Azote, los dayihsin consiguieron envenenar a algunos de los mandos de nuestras tropas —relató Terion, con voz desapasionada—. Vi morir así a varios señores del Norte, como Nuon Cormyn, de Eltar. También a lord Ethan Badwin, de Aldair. No fueron los únicos, pero el que más me impresionó fue el preceptor Marcus Gair Dorial, padre de Malken y Alladius y, a diferencia de ellos, un gran hombre. Un dardo envenenado lo alcanzó antes de que transcurriera un mes desde el comienzo del Azote, luchando en las calles de Nazhar.
—¿Qué sucedió? —preguntó Dyan ante el silencio de Terion.
—Marcus era un hombre formidable, alto y poderoso, a pesar de que superaba los cincuenta años. El día que lo hirieron lo vi gritar y llorar de dolor por primera vez. Sus hijos no quisieron quedarse a su lado, avergonzados por lo que pensaban que era un acto de debilidad a la hora de afrontar la muerte. —Terion suspiró—. Marcus aguantó la terrible agonía durante dos días, antes de perecer. Fue, con diferencia, el que más tiempo consiguió vivir”.
La primavera ausente – cap. 27 “Otra clase de dolor”
Con esta breve cita introductoria hoy os presento a uno de los “animales” más temidos de todo Elaranne, el ashal dorado. Es un escorpión que habita en las arenas del descomunal desierto de Alqejid, en tierras tarkesias. Pequeño, sobrenaturalmente sigiloso y elusivo, de cuerpo quitinoso de color dorado y aguijón púrpura, la mayoría de sus víctimas no se percatan de su presencia hasta que es demasiado tarde.
Si por algo es conocido el ashal dorado, es por su terrible veneno. A los pocos minutos de ser inoculado ya provoca una terrible debilidad en la víctima, después pierde la vista y al poco es incapaz de moverse, de pensar, incluso de ser. El dolor ya ha comenzado para entonces. Un dolor tan terrible que la víctima no puede hacer otra cosa que chillar, durante horas, hasta que llega la ansiada muerte. Y no hay antídoto, remedio o magia que pueda detener el fatal desenlace o aliviar el sufrimiento de quien lo padece.
Rastreados por toda Tarkesia por buscadores de fortuna, a menudo con consecuencias fatales, el veneno de ashal dorado vale una pequeña fortuna, incluso cuando está coagulado en las venas de sus víctimas. La orden de asesinos fanáticos de Azoria, los dayihsin, han aprendido a destilar el veneno de la sangre de los desdichados que se encontraron con uno para poder usarlo en algunos de sus asesinatos más selectos. Huelga decir que eso hace de ellos unos oponentes temibles y ha contribuido a su siniestra fama.
En cuanto al bestiario de muchas obras de fantasía, ¿os gustan más las criaturas enormes y épicas o los asesinos pequeños y silenciosos como los escorpiones?
¡Que los Tres iluminen vuestro camino!
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